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Primavera en los Cárpatos

Domingo 22 de marzo de 2009, por Planseldon

Dedicada a Samudio, Krac, Dhan, KillOrDie, Lumpi, Zak... y a todos los que se han dejado la piel por las Aventuras Conversacionales y un día dejaron de estar con nosotros.

El joven archivero abandona durante unas horas su cubículo subterráneo. En el exterior del Castillo los esqueléticos árboles transilvanos han empezado a verdear con los primeros retoños. La planicie se cubre de florecillas y los duros y hostiles parajes invernales se transforman en una agradable campiña que invita al paseo y a la reflexión sobre todo aquello que los ojos han visto y las manos han ordenado en los fríos y mohosos cajones de los niveles inferiores.

El archivero es joven, sí, pero nadie lo diría. Los campesinos se santiguan al ver su figura enlutada y evitan cruzar la mirada con él; demasiados años ya soportan la presencia de esos extraños personajes que entran y salen del Castillo Encantado.

Es un lugar extraño el Castillo. Ha tenido muchas formas y habitantes diversos. Pocos son los que recuerdan aún al primer Archivero: aquel viejo enjuto que comenzó la construcción del Castillo levantando sus cimientos en la fantasía de centenares de adolescentes incautos. Entonces aún estaba todo por hacer, y la labor del Archivero era más la de un travieso demiurgo que la de un verdadero ordenador de recuerdos. Porque al final de eso era de lo que se trataba: de ordenar los recuerdos, de explicar a los otros los mundos soñados para, a su vez, provocar nuevos mundos en mentes ajenas y entre todos crear el Castillo. El Castillo sería a la vez el monumento final y el Archivo. Una suerte de memoria colectiva inventada en la que cada mundo soñado sería un mirada distinta sobre el mismo paisaje. Un lugar en el que todo el que entrase se sintiera en su casa porque, al hacer suya la imaginación de los otros, él mismo se convertiría en parte de ese mundo soñado.

El joven archivero prosigue su paseo primaveral. Sabe que su mirada sobre el paisaje no es la mirada corriente del hombre que contempla la belleza de la naturaleza. Detrás de ese árbol están los recuerdos de aquel que soñó con tal o cual aventura. Detrás de ese cielo, de esa espiga de trigo, de ese horizonte, están los paisajes fantásticos de todos aquellos que antes poblaron el Castillo Encantado. ¿Qué habrá sido de ellos?

Pero no, lo cierto es que todos siguen allí: en el Castillo. Algunos todavía deambulan como sombras silenciosas, curiosean entre las nuevas entregas que siguen llegando (¿hasta cuando?) o incluso ellos mismos se sientan en alguna celda a soñar nuevos mundos con los que todo sigue creciendo. Otros hace mucho ya que callaron y permanecen inmóviles como estatuas de piedra con ojos de hombre que de vez en cuando se abren; súbitamente sorprendidos cuando alguien se acerca a tocarlos, quizás tan sólo para comprobar el espesor de la capa de polvo que las cubre.

Y por último están los demás archiveros. El joven archivero sabe que, si bien hoy es él quien más trabaja en el Castillo Encantado, antes fueron otros los que durante años movieron febrilmente las cajas de sitio, trajeron millares de paquetes de sueños y ordenaron las fantasías de otros sin saber realmente ni el fin ni el objetivo de tantos esfuerzos.

¿Por qué cuál es el fin del Archivo? El joven archivero sabe -porque ha limpiado y ordenado sus huesos- cuántos son los que antes, como él, trabajaron con todas sus fuerzas en las profundidades del Castillo y hoy son tan sólo un nombre, un recuerdo, una docena de líneas en el Archivo. ¿Qué habrá sido de ellos? ¿De verdad han dejado el Castillo? No. Ellos siguen allí. No importa que en el mundo exterior sus conciencias hayan olvidado el Castillo Encantado y se encuentren entregadas a la vida laboral, a hipotecas, a aficiones mejores, a juegos multijugador en linea masivos, a partidos de fútbol en el canal de pago los domingos o a mujeres terribles que les cubren de hijos. Una parte de ellos seguirá allí, en el Archivo. Ese es el poder del Castillo: quien entra una vez ya forma parte de él para siempre.

Si como dijo un poeta de la antigua Grecia, “el hombre es el sueño de una sombra”, qué mejor que construir nuestra morada en el reino de los sueños

1 Mensaje

  • Primavera en los Cárpatos

    22 de marzo de 2009 18:16, por Jenesis
    Me ha encantado.
    Yo también los echo en falta, al menos a aquellos que conocí. :)

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